¿TODOS LOS BLANCOS SON IGUALES A LOS OJOS DE LOS ORIENTALES?
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- Llevamos, no se sabe cuantos meses, con un Gobierno del Estado en funciones, con no se sabe cuantas elecciones, de cuyo resultado hay dos Partidos políticos "negociando" no se sabe cuantos meses, días, horas y, quizás, años; todo ello, sin llegar a acuerdo alguno, ni siquiera en decidir si se ponen corbata para negociar o se quitan la que llevan.
- Recuerdo cierto conflicto pasado habido entre dos grupos empresariales, uno estadounidense y el otro japonés que se reunieron junto a sus respectivos asesores. Los negociadores eran numerosos, tal que en orden a doce personas por la delegación de la empresa estadounidense y otra docena por la de la empresa japonesa. Estaba su Mercado en juego.
- Comenzaron la reunión a primera hora del día con los primeros escarceos oteadores de cómo vestían, cómo se movían, el lenguaje no verbal que transmitían, en definitiva, los "puntos flacos" del adversario. Pasaban las horas y los diálogos o los monólogos se hacían más y más densos, reprochando al adversario y exigiéndole lo que tenían a bien recíprocamente mientras los negociadores comenzaban a mostrar signos de cansancio: corbatas que se aflojaban, sillas que reculaban por el alargamiento de las piernas, brazos arremangados, botellas de agua en constante evaporación.
- Cuando más incesantes eran las muestras de agotamiento, un miembro de la delegación japonesa propuso a la Mesa negociadora tomar un breve descanso de unos minutos para acudir al baño o a relajarse según conviniese. Así lo hicieron todos los miembros acordando unánimemente como primer punto de acuerdo que "los reunidos acordaron volverse a reunir".
- Cuando más incesantes eran las muestras de agotamiento, un miembro de la delegación japonesa propuso a la Mesa negociadora tomar un breve descanso de unos minutos para acudir al baño o a relajarse según conviniese. Así lo hicieron todos los miembros acordando unánimemente como primer punto de acuerdo que "los reunidos acordaron volverse a reunir".
- Transcurrido el lapso temporal, paulatinamente fueron regresaron unos y otros a la Mesa de negociación continuando desde el punto en el que habían quedado los "logos", en "mono" o en "estéreo".
- La negociación, tras doce horas de arduas discusiones, tensos diálogos, duros monólogos y broncos puñetazos sobre la mesa, presentaba a los miembros de la legación estadounidense, con claras muestras de cansancio, extenuación y agotamiento, mientras que los de la japonesa estaban tan frescos, o más, que lo estaban doce horas antes, cuando comenzaron las negociaciones.
- A las veinticuatro horas desde la constitución de la Mesa negociadora, los estadounidenses, sin dormir ni afeitarse, ni corbata, ni chaqueta iban descordándose los zapatos, si no lo habían hecho antes, cayendo en redondo sus cabezas sobre la mesa ante la que negociaban sin remisión alguna, mientras los japoneses, barbilampiños ellos, seguían tan radiantes como al principio, con la corbata, la chaqueta y los zapatos bien puestos.
- Los estadounidenses, exhaustos, sin fuerzas, con la caída de sus cabezas sobre la mesa, asentían a las propuestas de los japoneses irremisiblemente. Los japoneses les aplaudieron en señal de agradecimiento, mostrándoles a los rivales los documentos, prerredactados, para su firma por los americanos. Pacto conseguido.
- ¿Qué sucedió para que unos estuvieren hundidos y los otros como nuevos?
- En efecto, conforme iban produciéndose recesos en la negociación, los japoneses, vestidos todos ellos con el mismo uniforme, cada vez que acudían al cuarto de baño se sustituían por otras personas de su grupo y éstos, incólumes, sustituían en la Mesa a aquéllos, medio agotados también. Los japoneses conocían nuestro tópico de que todos los orientales nos parecen iguales y, así fue, los estadounidenses no apercibían la diferencia facial o física entre el miembro saliente y el que le sustituía, de lo que los japoneses se aprovechaban por la vieja táctica del despiste y así, tan solo tenían que ir dejando que pasasen las horas, un día en concreto, hasta dejar al rival rendido, nunca mejor dicho.
- A esto se le denomina "procrastinar", palabra que procede del Latín "pro-", indicando "hacia" y "cras", significando mañana, esto es, dejar las cosas para mañana o, conforme al dicho popular valenciano: "Si vols criar-te bo i sa, la faena de hui, deixa-la per a demà".
- ¡Procastina, que algo queda! Esto es lo que parecen decirse recíprocamente los negociadores de los dos Partidos políticos que tienen a todo el país en vilo, como si las personas fuésemos piezas de un tablero de ajedrez, teniéndonos con "la casa sin barrer". ¿Hasta cuándo?
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