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domingo, 30 de mayo de 2021

EMPRESA FAMILIAR (V)

 ¿HERENCIA EN VIDA?

(C) Gallel Abogados

- Acabo de conocer por la Prensa la triste noticia de que Alejandro FERNÁNDEZ ha fallecido a los 88 años de edad, tras resolver el conflicto familiar derivado del reparto accionarial de la empresa que él mismo fundó.


- Tuvimos el honor y el placer de conocer a Alejandro y a su hija Eva visitando sus bodegas cuando el nivel del índice de alcoholemia no era delito, ni se esperaba que pudiese llegar a serlo.

- La hospitalidad de Alejandro y de Eva fue más allá de la que una persona como ellos podía dar. Su aspecto, el propio de un campesino que, con sus manos, había amado, más que arado, la tierra. Su lengua hablaba con aromas de madera, de bayas, de frutales exquisitos, de ruda dulzura infinita y, siempre, con vocación de servir, de halagar, de facilitar la vida de sus huéspedes.

- Llegó el momento de su partida habiendo dejado atrás su familia, partida, dividida en dos bloques: su esposa y tres de sus hijas, de un lado y su otra hija, Eva, con él, hoy, sola ante el peligro, cuál Gary COOPER, que estás en la tierra, arándola y amándola.

- ¿Qué sucedió? Sólo sé lo que cuenta la Prensa. ¿Qué intuyo? Que la bondad o bonhomía de Alejandro le llevó a hacer lo que el corazón nos impulsa a ejecutar, a saber: repartir nuestros bienes a nuestros hijos en vida, totalmente plausible. Pero, no sólo hay que «nadar» con nuestros hijos, sino, además, hay que «guardar la ropa», esto es, (i) no perder el control societario, ni (ii) aferrarnos al inmovilismo, a no evolucionar con los tiempos, (pues) ellos están cambiando.

- A mi entender, aquí residen los dos errores de Alejandro. ¿Lo resolvieron? Parece ser que, tras infinitos años litigando, sí llegaron a hacerlo, pero separados y enconados, dividiendo la sociedad en dos, competidoras y la familia en otros dos bloques más, que volvieron a romper el pacto discutiendo del «chocolate del loro», de quién paga los impuestos, la farra o la comilona. ¡En fin! Ya vemos que, hasta un acuerdo puede generar más conflictos, cuál árbol y sus ramas.

- ¿Cómo podría haberse evitado el conflicto? Habiendo dos personas, siempre, siempre, cabe esta posibilidad. ¿Debió haberse retirado a tiempo Alejandro y que sus hijas y esposa hubiesen hecho de su capa un sayo? Entiendo que no, pues las virtudes humanas de Alejandro, su fidelidad hacia su «savoir faire», a su producto, a su «hijo» se lo impedían. ¿Debería haberse amoldado a los tiempos? Es necesario ser camaleónico en la empresa, pero su fidelidad a la obra bien hecha, se lo impedía cual roca sisífica.

- Hace unos días estaba hablando con un cliente, socio y Administrador de una conocida firma textil, casi monopolística, sobre la posible entrada de su hijo en el accionariado. Su respuesta fue la contraria a la de Alejandro: «Ni de coña», dijo. «Me jubilaré y, luego, que se apañe, pues se cargará la empresa que tanto me ha costado levantar», continuó diciendo.

- «Unus aut alter», nunca llegamos a una fórmula magistral. Ya hemos tratado este tema en diversas entradas relativas a la sucesión en la empresa familiar, la mediación, el arbitraje societario, etc., cuya relectura os invitamos a leer y reflexionar.

- Lo que nos queda muy claro es que, por una simple consulta a una Abogada o a un Abogado, según sea la consulta, no solemos cobrar honorarios, pues nuestra remuneración la percibiremos con la satisfacción del cliente cuando se dé cuenta de que con nuestro dictamen jurídico ha evitado plantar el árbol del conflicto, el del bien y el mal.

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