QUIJOTE, SANCHO Y LA PANDEMIA
- Quijote realizó su juramento de caballero sobre el yelmo de Mambrino «que tan caro le costó a Sacripante» y cuya obsesión consistía en arrebatárselo a los caballeros que con él se cruzaban, pues les consideraba inmerecedores de portar el mismo protegiendo sus cabezas y, por ello, lo malbarataban fundiéndolo y vendiéndolo al peso; su rescate, pues, por Quijote, suponía recomponer la gloria y milagros del yelmo.
- Aquí es, pues, el punto en donde nos encontramos, adonde nos ha llevado la pandemia de la COVID-19.
- En el primer episodio de la pandemia llegamos a pensar que la actual composición de la Unión Europea era la panacea universal a las ruinas del Imperio Romano, hasta que observamos cómo la población europea y mundial también era diezmada irremisiblemente por el virus en forma de corona. Al primer envite entre la Unión y el virus, entre un Estado de la Unión y otro, sucedió como a Sancho cuando le replicó a Quijote: «- Yo no me tengo en cuidado el apartarme... mas quiera Dios, torno a decir, que orégano sea y no batanes», a lo que Quijote le duplicó a aquél: «- Ya os he dicho, hermano, que no me mentéis ni por pienso más eso de los batanes... que voto, y no digo más, que os batanee el alma.».
- En el segundo episodio de los que nos ha mostrado el virus, alguien, a través de los medios de comunicación, aludió a otro «yelmo», como son los PCR o «test» -dicho así, en singular, como si fuera una marca de cigarrillos o similar- en base a los cuales, un gran sector de la población sostenía sobre sus mentes que éstos, cual aspirina, saldrían vencedores en su batalla contra el virus y, consecuentemente, el Gobierno, que no los compraba ni los aplicaba -según decían los mismos- era el culpable de todas las muertes acaecidas. Y, dijo así Miguel de CERVANTES al Duque de Béjar agradeciéndole la publicación del Quijote y su fundamentación: «parecer seguramente en el juicio de algunos que, no continiéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos...».
- En el tercer episodio, el virus nos enseñó al denominado teletrabajo. Al instante, todos los profesionales de los denominados recursos humanos, se lanzaron a promocionar activamente este perverso sistema -véase que lo más provechoso del teletrabajo es la disminución de la contaminación atmosférica, al evitar desplazamientos a los centros de trabajo, máxime, en grandes poblaciones- el mundo era feliz trabajando en su casa, hasta que descubrimos que, junto a nosotros, estaban nuestros hijos, a los que había que atender inexorablemente, pues no tenían escuela o tenían que hacer los deberes con el ordenador de sus progenitores, a fuer y gloria de la continuidad del sistema educativo. Pero, no solo estaban los niños, sino, también compartíamos espacio con nuestro consorte o pareja de hecho o compañeros de subarrendamiento. Fue entonces, cuando Quijote le dijo a Sancho «Y no pienses, Sancho, que así a humo de pajas hago esto, que bien tengo a quien imitar en ello: que esto mesmo pasó, al pie de la letra, sobre el yelmo de Mambrino, que tan caro le costó a Sacripante.» (cif. cap. X).
- En el cuarto episodio, hemos descubierto que la solución a la atascada situación de la Administración de Justicia, cual bálsamo de Fierabrás, pasará por dos núcleos; de un lado, hacer hábil del mes de agosto y, de otro, hacer los juicios telemáticamente, por las mañanas y por las tardes y, además, durante el mes de agosto; es decir, que lo que la administración de Justicia no ha resuelto con demoras de, hasta más de un año, lo resolveremos los Abogados y Procuradores en el mes de agosto o por las tardes. «En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claron en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio...». La vigente LECrim de 1882, a los mismos efectos, decía en su Exposición de Motivos (XI) lo siguiente: «Pues bien, Señor, he aquí el conjunto de medios que el nuevo sistema ofrece para el logro de resultado tan trascendental: la sustitución de los dos grados de jurisdicción por la instancia única; la oralidad del juicio...». Han pasado 138 años y la Administración de Justicia sigue con los mismos defectos endémicos, la excesiva burocracia, el papeleo incesante. De muestra, un botón: la vigente LEC preveía acelerar la tramitación de los procedimientos civiles, con la instauración de la oralidad, como en 1882 en los procesos criminales; a día de hoy, la inmensa mayoría de los Juicios Ordinarios durán más que los de Menor Cuantía de la LEC de 1881; hemos cambiado papel por agenda. Ahora, la pandemia nos reinventa al cambio con el yelmo de los juicios telemáticos, cuyo mayor valor estriba en que no has de desplazarte kilómetros hasta la sede judicial; el resto, el principio de inmediación, el sentimiento directo que el Juez tiene de ver y oír perfectamente al declarante, conocer si está faltando a la verdad o es sincero su testimonio, o el de peritos, va a quedar tan lejano de la oralidad, como el papel lo era.
- En el quinto episodio y, no sabemos si, último, el virus nos ha enseñado que el sistema económico en el que nos hallamos ha hecho agua por todos costados, pues hemos descubierto que la panacea de los años noventa de deslocalización de empresas, ha generado concentración lejana y monopolios que han dañado, fundamentalmente, los servicios básicos, como mascarillas, respiradores, sistemas de automoción, etc. dándonos cuenta de que la economía, al menos la española, seguía asentada sobre los principios de sol y playa y campo y monte, el turismo y todo lo que le rodea, entre otros, bares y más bares, resultando irrelevante para el sistema la cultura, sin embargo, hemos redescubierto la antiquísima y maltratada agricultura, así como la necesidad de una sanidad pública y, todo ello, estando como estamos, inmersos en una revolución tecnológica en la que se han llegado a agotar las webcam, pues todo el mundo se ha dado a videoconferenciar o buscar sus 15 minutos warholianos de fama, más bien esto que aquello. «Este es el día, ¡oh, Sancho!, en el cual se ha de ver el bien que me tiene guardado mi suerte, este es el día, digo, en que se ha de mostrar, tanto como en otro alguno, el valor de mi brazo, y en el que tengo de hacer obras que queden escritas en el libro de la fama por todos los venideros siglos ¿Ves aquella polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda esa cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando.» (cif. cap. XVIII).
- En el epílogo, el barbero y Quijote discutieron sobre el ser o no ser del casco que portaba éste sobre su cabeza, bacía de barbero o bacín decía aquél que era, pero Quijote, en su plena lucidez, como buen conocedor que era de todo lo que de soldadesca y barbería se le terciase, sostuvo y mantuvo que el casco no era una bacía, aunque tampoco el yelmo ansiado, «porque le falta la mitad, que es la babera», lo que así confirmó el cura (cif. cap. XLV), concluyendo la disputa «... en lo que tocaba a lo del yelmo de Mambrino, el cura, a socapa y sin que don Quijote lo entendiese, le dio por la bacía ocho reales, y el barbero le hizo una cédula de recibo y de no llamarse a engaño por entonces, ni por siempre jamás, amén.» (cif. car. XLVI).
- En el cuarto episodio, hemos descubierto que la solución a la atascada situación de la Administración de Justicia, cual bálsamo de Fierabrás, pasará por dos núcleos; de un lado, hacer hábil del mes de agosto y, de otro, hacer los juicios telemáticamente, por las mañanas y por las tardes y, además, durante el mes de agosto; es decir, que lo que la administración de Justicia no ha resuelto con demoras de, hasta más de un año, lo resolveremos los Abogados y Procuradores en el mes de agosto o por las tardes. «En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claron en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio...». La vigente LECrim de 1882, a los mismos efectos, decía en su Exposición de Motivos (XI) lo siguiente: «Pues bien, Señor, he aquí el conjunto de medios que el nuevo sistema ofrece para el logro de resultado tan trascendental: la sustitución de los dos grados de jurisdicción por la instancia única; la oralidad del juicio...». Han pasado 138 años y la Administración de Justicia sigue con los mismos defectos endémicos, la excesiva burocracia, el papeleo incesante. De muestra, un botón: la vigente LEC preveía acelerar la tramitación de los procedimientos civiles, con la instauración de la oralidad, como en 1882 en los procesos criminales; a día de hoy, la inmensa mayoría de los Juicios Ordinarios durán más que los de Menor Cuantía de la LEC de 1881; hemos cambiado papel por agenda. Ahora, la pandemia nos reinventa al cambio con el yelmo de los juicios telemáticos, cuyo mayor valor estriba en que no has de desplazarte kilómetros hasta la sede judicial; el resto, el principio de inmediación, el sentimiento directo que el Juez tiene de ver y oír perfectamente al declarante, conocer si está faltando a la verdad o es sincero su testimonio, o el de peritos, va a quedar tan lejano de la oralidad, como el papel lo era.
- En el quinto episodio y, no sabemos si, último, el virus nos ha enseñado que el sistema económico en el que nos hallamos ha hecho agua por todos costados, pues hemos descubierto que la panacea de los años noventa de deslocalización de empresas, ha generado concentración lejana y monopolios que han dañado, fundamentalmente, los servicios básicos, como mascarillas, respiradores, sistemas de automoción, etc. dándonos cuenta de que la economía, al menos la española, seguía asentada sobre los principios de sol y playa y campo y monte, el turismo y todo lo que le rodea, entre otros, bares y más bares, resultando irrelevante para el sistema la cultura, sin embargo, hemos redescubierto la antiquísima y maltratada agricultura, así como la necesidad de una sanidad pública y, todo ello, estando como estamos, inmersos en una revolución tecnológica en la que se han llegado a agotar las webcam, pues todo el mundo se ha dado a videoconferenciar o buscar sus 15 minutos warholianos de fama, más bien esto que aquello. «Este es el día, ¡oh, Sancho!, en el cual se ha de ver el bien que me tiene guardado mi suerte, este es el día, digo, en que se ha de mostrar, tanto como en otro alguno, el valor de mi brazo, y en el que tengo de hacer obras que queden escritas en el libro de la fama por todos los venideros siglos ¿Ves aquella polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda esa cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando.» (cif. cap. XVIII).
- En el epílogo, el barbero y Quijote discutieron sobre el ser o no ser del casco que portaba éste sobre su cabeza, bacía de barbero o bacín decía aquél que era, pero Quijote, en su plena lucidez, como buen conocedor que era de todo lo que de soldadesca y barbería se le terciase, sostuvo y mantuvo que el casco no era una bacía, aunque tampoco el yelmo ansiado, «porque le falta la mitad, que es la babera», lo que así confirmó el cura (cif. cap. XLV), concluyendo la disputa «... en lo que tocaba a lo del yelmo de Mambrino, el cura, a socapa y sin que don Quijote lo entendiese, le dio por la bacía ocho reales, y el barbero le hizo una cédula de recibo y de no llamarse a engaño por entonces, ni por siempre jamás, amén.» (cif. car. XLVI).
Objetivo conseguido, una vez más una publicación de éste blog, me ha puesto a pensar.
ResponderEliminarLos episodios narrados de la pandemia, son un fiel reflejo de nuestra realidad.
Muchas gracias, por permitirnos pararnos a reflexionar.
Esperemos que no se cumpla lo escrito por Cervantes en el capítulo XI, segunda parte del Quijote:
“Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias.
Ciertamente, Jose. Así de cruda es nuestra realidad; si olvidamos de dónde venimos, nunca sabremos adonde iremos y tropezaremos en la misma piedra reiteradamente. Abz,
Eliminar